VIDALLER

A Juan Francisco Vidaller nadie le llamaba así; amigos y conocidos le llamaban
Paco Vidaller o simplemente Paco. Paco fue un paisajista extraordinario que
gozó de cierto prestigio entre los entendidos, y expuso con asiduidad hacia el
final del milenio en varias salas catalanas como la Sala Bertrán (Barcelona) o
la Sala 4 Cantons (Olot). En esta última, durante la primavera de 1995, tuvo
lugar la entrevista con Alexander Cuéllar i Bassols recogida en un librito de
agradable y pronta lectura titulado Vidaller, Un pintor infatigable. Una
docena de páginas y poco más de una cincuentena larga de cuadros apuntalan el
credo artístico del artista:

 

“Vengo de la acuarela- me dice sentado en un sofá cerca de mí. Pinto como se dice en
italiano a la prima, sin grueso de pintura, adelgazando los colores para
no quitarles luminosidad, cuando conviene, al igual que se hace con la pintura
al agua. Sin rectificaciones, por veladuras; mi técnica puede recordar la de
quienes pintaron al temple. Una luminosidad que no pierden ni perderán nunca
mis cuadros.”

 

A punto de estoy de cerrar el libro y devolverlo a su estante correspondiente,
cuando al llegar a la última página encuentro una acuarela firmada por el
pintor: Vidaller.

Una masía se erige bajo un cielo rosado y amarillento. Un día ventoso. Los
paramentos de la edificación ocultos tras dos arbolitos deshilachados, de ramas
nervudas e inquietas, que esperan los primeros calores para vestirse de verde.
La luz amarillenta impacta sobre un arbusto y éste explota en un color lila que
se adueña del cartoncito. En un primer plano, en oblicuo, huyendo de la escena,
un camino invita al espectador.

En el reverso del cartón una dedicatoria:

Para el amigo Óscar

Pals 14/8/09

 

 

 

Mi querido Óscar:

Algo trágico ha debido suceder para que se desprendiera usted de este librito y su
precioso contenido. En caso de que no pudiera recogerlo (mucho me temo que será
el caso) le ruego me permita guardarlo y custodiarlo con el cuidado y esmero
que merece. Si no le parece inadecuado, le colocaré un marco marrón oscuro y un
cristal, con el objetivo de resaltar y conservar los colores para que se mantengan lo más vivos posible. Como usted sin duda sabe la humedad de los aires, los miasmas, se decía en otros
tiempos, apaga los brillos de la acuarela y le hace perder vigor y luminosidad.
Especialmente esto hubiera molestado a Paco; él que tanto amaba estas tierras y
la luz de sus atardeceres.

 

Con mis mejores deseos y a la espera de poder saludarnos.

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