MOLT BON ANY 2024


Píos deseos para empezar el año

Sin ser tan conocido como otros poemas insertos en el volumen Poemas Póstumos: No 
volveré a ser joven
o De vita beata, del poeta barcelonés Jaime Gil de Biedma, el poema Píos deseos al empezar el año es una peculiar manera de dar la bienvenida al año entrante.

Píos deseos para
empezar el año

 

Pasada ya la cumbre de la vida,

justo del otro lado, yo contemplo

un paisaje no exento de belleza

en los días de sol, pero en invierno inhóspito.

Aquí sería dulce levantar la casa

que en otros climas no necesité,

aprendiendo a ser casto y a estar solo.

Un orden de vivir, es la sabiduría.

Y qué estremecimiento,

purificado, me recorrería

mientras que atiendo al mundo

de otro modo mejor, menos intenso,

y medito a las horas tranquilas de la noche,

cuando el tiempo convida a los estudios nobles,

el severo discurso de las ideologías

—o la advertencia de las constelaciones

en la bóveda azul…

Aunque el placer del pensamiento abstracto

es lo mismo que todos los placeres:

reino de juventud.

 

    Es un poema de rima libre con predominio de versos
endecasílabos y heptasílabos cuyo uso es característico en todo el poemario. El
poeta aborda aquí el tópico del final de la vida y el término de la vida como
poeta, de su sequía creativa, de su incapacidad para seguir inventando versos y
uniendo palabras y lo combina con los propósitos (buenos, por lo general) que
todos nos hacemos al comenzar un año nuevo.

 

    La metáfora de la vida equiparada con una expedición, un trayecto, 

    un periplo a una cima montañosa, más o menos lejana, donde tras
una fase de ascenso, sigue ineludible e irremediable una etapa descendente, de
acabamiento, lo que permite al poeta, sin embargo, enumerar las actividades
pendientes a la espera de la postrera noche, de la gastada luz del día: ser
casto y estar solo, dice quien casto no lo fue ni mucho ni poco y solo estuvo
como todos, más de lo que uno quisiera y menos de lo que parece, aunque,
quizás, Jaime estuviese más (mal)acompañado que la mayoría de nosotros una infinidad
de veces; mantenerse indiferente ante las vicisitudes del mundo, un mundo
cambiante, a menudo incomprensible, que sigue el compás marcado por la batuta
de un loco maníaco; y “meditar a las horas tranquilas de la noche”, dedicado al
estudio de las artes nobles oyendo pasar esas horas lentas y silenciosas y sin
atender a los consejos de otro sabio, poeta también, cordobés de origen, aunque
romano de oficio y profesión que avisó con lapidaria sentencia: “Cuídate de los
hombres que duermen poco y pasean solos”.

 

    Para terminar al fin contemplando la belleza de la
bóveda azul y la advertencia inscrita en las constelaciones. En modo alguno,
una mala manera de esperar el fin (o el año siguiente, Dios o la Providencia
mediante).

 

 

    Las personas del verbo. Jaime Gil de Biedma. Prólogo de James Valender. Galaxia Gutenberg. 2006.

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